martes, 22 de agosto de 2017

Nadadora


Recostada sobre el cemento tibio
estira una mano y la sumerge.
Al retirarla,
iluminado,
trae consigo un guante líquido:
el universo brilla en una mano.

Dice la nadadora:
no hay
como sumergir el cuerpo
en la superficie azul,
camina por el borde,
contempla el impecable espejo

En un punto preciso
se detiene y calcula la distancia,
respira profundo,
alza los brazos.

Es corto el movimiento,
las piernas de la que nada
se flexionan y empujan el cemento,
el resto cae al agua
por su propio peso

Bajo el agua
exhalación intensa,
burbujas,
lenguaje del agua.

La nadadora emerge,
rasga el agua con sus brazos.
La cabeza se desplaza
sobre el filo del agua,
el cuerpo desde lo profundo
la acompaña.

¿Qué distingue a la que nada
del pez recién nacido?

La que nada sabe
que es preciso
alcanzar la orilla.

Quiero ser agua
y que te sirvas de mi,
que me tengas en la boca,
que me aproveches.

La que nada alcanza la orilla,
se aferra al borde y descansa.

Sus piernas se relajan,
apoya la frente entre ambas manos,
la respiración vuelve a su ritmo.

Pero la nadadora
está impulsada a nadar
y con un suave movimiento,
antiguo como el mundo,
va hacia el centro del agua,
mitad del cuerpo dentro,
mitad del cuerpo fuera,
como un madero
flota sobre la superficie.

Su cara mira al cielo,
con los ojos abiertos,
la nadadora sueña
con aguas más profundas

La que nada quiebra la superficie.

En un solo segundo
se apagan todos los ruidos.
Todo es distinto
bajo la superficie:
el movimiento lento
y la luz que reverbera en el fondo
mezclada con el agua.

Imágenes de un mundo
todavía sin formarse.

Flotando,
el cuerpo recorre
el camino inverso,
se deshila en el agua

La cabeza,
en cuarto de giro,
la hace ver,
alternativamente,
el agua,
la arena,
alternativamente,
la costa,
el agua.

La ola cae
rompiendo sobre mí
mojándome como cuando se ama.

El mar no es
una piscina.
El mar tiene vida propia,
nada más sumergirse,
y el cuerpo pierde fuerzas,
a veces se avanza,
a pesar se retrocede.

Cae la tarde
con los pies en el agua.

Mira el mar, avanza unos pasos
se detiene:
ahora avanza el mar
y la rodea

De eso se trata en la orilla:
poseer,
ser poseída.

Poemas de Nadadora
Bajo la Luna, 2008

Fot. Anónima de  Natalie Coughlin