jueves, 18 de febrero de 2016

Buena conciencia

Radoslaw Pujan

Sos así: inteligente, clara, refinada,
vivís en armonía con las gentes, las cosas y las plantas
que has elegido despaciosamente,
rechazando sin ruido lo que quebraba el ritmo diurno,
la calma de tus noches.
Eso no significa que ignores este caos,
este fragor de sangre que llaman siglo veinte.
Al contrario, seguís muy de cerca
cosas como el racismo, el apartheid y las transnacionales,
la sangre en Argentina y Chile y Paraguay y etcétera.
Cada tarde a las seis comprás Le Monde
y te indignás sinceramente
porque todo es violencia, violación y mentira
en Dublín en Beirut en Santiago en Bangkok.
Y después cuando vienen Paulita y Juan y Pepe
les explicás con té y tostadas que esto no puede ser,
que cómo puede ser que esto sea así, y la mesa
se llena de protestas democráticas,
de migas humanísticas y Derechos Humanos (cf. Unesco).
(...)
Oh, querida, ya es tarde,
andá a dormir pero antes, claro,
las últimas noticias. Mataron
a Orlando Letelier. Qué horror, verdad.
Esto no puede ser, esta violencia
tiene que terminar.
(Suena el teléfono, es Paulita
que acaba de enterarse.)
Da gusto ver
como vos y tu gente participan
de la historia.
Vas a dormir tan mal, verdad, mejor quedarse oyendo música
hasta que venga el sueño de los justos.

Julio Cortázar


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Sandrine Kiberlain