
Entras en mí por el oído y el sonido de tu voz me recuerda, de una manera mandona, sin remedio, todo lo que siento cuando mis manos se posan en tu cuerpo y lo exploran.
Hablo contigo y me miro las manos, huérfanas de tu piel y, sin embargo, te huelo en ellas.
Con tu voz al oído cierro los ojos y te veo. Puedo reproducir cada uno de tus gestos, la expresión exacta de tu rostro, el movimiento preciso de tu párpado al bajar.
Te mando un beso y mi boca se inunda de tu sabor, de tus sabores.
Y tu voz se convierte en un pulso herido que ronda las cosas del otro lado.
Pint: Edward Hopper
Cine en Nueva York, 1939